LA ESCOLÁSTICA: JOAQUÍN DE FLORIS, FRANCISCO DE ASÍS Y SAN BUENAVENTURA

La teología escolástica está esencialmente emparentada con el estilo gótico en su gran racionalidad, su arte de abovedar y poner en tensión . Pero se parece a él, ante todo en que en ella la razón intenta apresar con los medios de la lógica completamente en serio lo santo, y realzar todo el contenido del mundo junto con las raíces que tiene en la eternidad.  Por lo demás, no ocurre en la historia de la escolástica la entrada de lo nuevo, esto es, la irrupción de la razón en la fe, tan de repente, y la época gótica no está tan claramente contrapuesta a la románica como en la historia de la arquitectura.  Ello no es ninguna maravilla, pues el pensamiento es la esfera más propia de la razón.  Allí no es sólo el principio conforme al cual se crea, sino a la vez la materia con que se construye.  La convicción de que la razón puede pensar plenamente la realidad de la fe y que con ello la fe sólo puede ser ilustrada, fortificada, acaso completada, pero en ningún modo descompuesta por el pensamiento, es un axioma del espíritu occidental.  En este sentido, la Cristiandad occidental es desde el comienzo la teología y la grandiosa fórmula de Anselmo de Canterbury, credo ut intelligam -que él saca de San Agustín-, expresa desde la primera cúspide de la escolástica su ethos, su sentido y su ventura.
Con todo, existe también en este punto la dualidad de los estilos y de las épocas.  También en la historia del pensamiento medieval hace época la irrupción de la razón hasta lograr su autonomía.  Que los conceptos no pueden ser sólo alojados en la realidad, sino que se sostienen por sí mismos y se pueden sistematizar hasta el infinito es también en esto el descubrimiento revolucionario.  Las Sumas de la escolástica del siglo XIII, que se levantan de manera constructiva hasta la altura, a partir de lo que es pura materia hasta lo quee es pura forma, dependen claramente contra los siglos en qeu el Reino de Dios consistía en la fe y en las obras y comprendía dentro de sí a la teología.
La teología de los grandes siglos de la época imperial alemana es el simbolismo.  También en él labora la razón, pero todavía no construye, sino que explica.  Ordena la materia del cosmos y de la historia, la bíblica y la profana, en un universo que tiene como todo y en todas sus partees un sentido trascendental, un origen en Dios y una relación con la razón.  Agudas exégesis, métodos discursivos, encadenamientos conceptuales colaboran también, pero quedan incorporados a la materia concentrada y sólo con ella elevan su corporeidad a espíritu.  Este pensamiento simbólico se designó a sí mismo como intelligentia spiritualis.
Sus más hermosas hazañas las ha realizado allí donde, mediante un simbolismo universal, eleva la realidad como todo a la autoconciencia, e decir, a la conciencia de su significación universal.  Y es que el pensamiento, aun cuando quiere sujetar y sujeta verdaderamente, es más intranquilo a ala Iglesia, como proceso histórico en el tiempo, y a todos ellos los abre hacia el futuro.  En la misteriosa doctrina y figura de los abades escolásticos surge un pensamiento que ya hacía mucho que estaba listo: un tercer Reino del Espíritu con un nuevo orden de la Cristiandad tenía que venir, más santo que el regnum Christi y que la Iglesia feudal del Imperio; sólo en él la historia universal se perfeccionaría para el Juicio Final.  El acontecimiento renovador en la historia de la Iglesia es la historia de la humanidad medieval y en la historia del pensamiento simbólico, llega a ser Francisco de Asís: a su santa existencia y a su orden se aplica el evangelio del abad  Joaquín de Floris sobre el tercer Imperio.  Pero por el último gran impulso del pensamiento simbólico, por San Buenaventura, se llega a coordinar al santo que hacía temer que imitaba a Cristo, e iba a superar su Reino, dentro de la concepción jerárquica del mundo en la Edad Media, de la misma manera que el Papa Gregorio IX en medio de sus luchas con Federico II adaptó la nueva orden dentro de la Iglesia.  Muchos han considerado a San Buenaventura como el último grande de la época románica.

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